Desde mi ventana se ve su precioso pelo oscuro, su pelo moreno casi castaño. Tan rizado y tan dejado volar al viento. Su ventana dejaba ver cada lugar inhóspito de su habitación desde sus libros hasta sus grades ojos marrones que podían iluminar su habitación entera. Cada mañana despertaba rápidamente con un rayo de sol en toda la cara. Su pequeña nariz era perfecta, ella misma era perfecta. Sus pestañas abanicaban medio país. Y su sonrisa era simplemente contagiosa. Cada día me recordaba que hay algo bueno, su ventana se cerraba los fines de semana. Con las cortinas bajadas. Y ahí, era cuando yo aprendí a echar de menos a alguien. Pasaban meses, como decirlo "a su lado" . Un año había pasado, y me di cuenta que habían pasado tres fines de semana y su ventana no se había abierto. Las cortinas cubiertas de polvo cubrían el cristal. La tristeza de no volver a ver su sonrisa era inevitable, y no sabia como llamarla sin saber su nombre. ¿Donde se había mudado?
Un día cualquiera una carta me hizo enorgullecerme tanto que llore de alegro. ¿Esto es enamorarse?
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