"A lo mejor la vida solo consta de disfrutar de los pequeños momentos."

20 de noviembre de 2013

Navidad.

Se frotaba las manos a causa del frío, sus orejas tan pequeñas sobresaltaban por insoportable frio de aquel 22 de diciembre. En pena Navidad, las luces adornaban la ciudad y y la gente acostumbrada cargar con cajas de regalos este año había cambiado. Había dado un giro de 360 grados. Había quedado todo patas arriba. Las Navidades habían cambiado y los regalos se iban con el viento. Las comidas en familia habían aumentado de miembros y hasta los más desfavorecidos comían sopa caliente. 

Sus guantes se quedaban fríos y sus mejillas se sonrojaban. Llegaba tarde a cenar y el pavo se iba a enfriar. Llevaba una pequeñas bolsas de regalos camuflados con guirnaldas. Se había propuesto hacer feliz a los niños ya que ella nunca podría ser feliz. No había nada en ese sitio que la hiciera sonreír. Pensaba que su destino estaba en dirección al fracaso, a fracasar, a no contar con alguien al que cuidar, y al no sentir el verdadero cosquilleo en el estómago. Todo el mundo deseaba verla reír aunque fuera por segundos en el tiempo. Se acerco al árbol de Navidad y susurró: Regaló mi Navidad a cada niño, regaló lo que me queda de felicidad a quien la necesite. Y se fue cruzando sus brazos y se fue deprisa. Dejaba atrás media infancia rota y destruida y una adolescencia sin futuro. El olor a malva la hicieron estremecerse y caerse, pero juro levantarse mil veces una y así fue. No lloró, se froto los ojos y miro hacia delante. Era él, estaba ahí delante, sollozando y mirándola a los ojos mientras repetía una y otra vez lo más significante que ella podría haber oído: bueno días, te quería decir que como es Navidad  prometo que intentare hacerte reír aunque sea una vez, aunque tenga que recoger guirnaldas para decorar tu precioso pelo rizado, para que tenga que er tu sonrisa y enamorarme de nuevo. Para oírte reír al ver de nuevo al perro ladrar. Quiero estar ahí cuando saltes de alegría porque tus amigas vienen a verte. Quiero ver crecer a tus hijos y que me llamen 'papá'. Pero oye; que si sonríes me dará tal ataque que te tocara cuidarme para siempre. 

Ella se frotó la nuca y miro al cielo, estaba riendo. Alguien hizo que cada día hubiera merecido la pena y que esas sonrisas tristes declararán su libertad y pudieran irse. Alzo su mirada al cielo azul y contempló la estrellas, cada una era un día nuevo que no podría vivir dos veces. 

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